Escultores de Arte Funerario en México: Michele Giacomino Manchineli

Michele Giacomino Manchineli (1862 – 1938)

El escultor Michele Giacomino es muy recordado en Monterrey por su obra funeraria, que sin duda es muy amplia. Fue un hombre dotado de una gran habilidad para realizar con maestría las obras con una admirable e inusitada rapidez. Fue en nuestro país donde culminó una carrera llena de satisfacciones. Su presencia siempre fue bien recibida, ya fuese por la sociedad yucatense, la capitalina o la regia.

Fue en Monterrey donde se estableció de manera definitiva para continuar con una actividad que siempre provocó halagos; aquí conocería a la mujer que desposaría y lugar donde se retiraría para luego morir y ser enterrado en el panteón de El Carmen, lugar donde reposan la mayoría de sus monumentos funerarios y esculturas.

Michele Giacomino, arquitecto y decorador italiano, personaje que recorrió mundo para llegar a México, tocándole vivir los momentos de los preparativos del Centenario de la Independencia, siendo partícipe en varios. Antes y después, artífices compatriotas suyos habían tocado tierras mexicanas para expandir su arte; uno de ellos, Adolfo Ponzanelli, con el que labró una buena amistad. Después de vivir en Yucatán y en la ciudad de México, Giacomino prestó sus servicios a la ciudad de Monterrey, donde llegó a realizar trabajos sin cobrarlos en aras de beneficiar a la población que lo había acogido.

Giacomino incursionó en los distintos tipos de escultura existentes, desde estatuas, relieves y bustos hasta la escultura arquitectónica (edificios, mausoleos, monumentos funerarios). Aunque destacó en la realización de bustos-retrato que desde sus inicios lo forjaron y le marcaron para toda la vida.

Escasa es la obra urbana que dejó este insigne personaje, pero en la ciudad de los muertos, su obra todavía se mantiene en gran número. Tanto el panteón de El Carmen como el panteón Dolores  se conservan lápidas, esculturas, monumentos funerarios y fotografías porcelanizadas donde la firma de Michele Giacomino está presente. Su obra funeraria, así como la existente en la ciudad, está siendo registrada y orientada a su difusión, considerando que no se puede proteger lo que no se conoce.

Michele Giacomino Manchineli nació en la ciudad de Potenza, provincia perteneciente a la región de Basilicata, al sur de Italia, el 30 de marzo de 1862.

Creció en una familia católica y de ingresos modestos, “cuyo jefe de familia era un humilde artesano que trabajaba el mármol y la piedra”; fue con su padre donde aprendió los primeros rudimentos del arte del labrado; ahí se enamoró de las sutiles formas que tomaba el mármol; no resulta extraña la elección profesional de Michele cuando su contacto habitual con el mármol, el martillo y el cincel estaba influenciado por la actividad de su padre.

A pesar de las habilidades mostradas ante personas entendidas en el arte de la escultura, su condición humilde no le permitió matricularse en una academia de arte, por lo que ingresó a la Escuela de Artes y Oficios, lugar donde obtuvo “distinciones tan honrosas como la del primer premio en todos y cada uno de los cursos de la clase de dibujo, destacándose siempre entre los 200 alumnos que hacían los mismos estudios”. Su talento y dedicación lo hizo merecedor de la admiración y estímulo de sus maestros.

Su valioso desempeño escolar le permitió ingresar a la Real Academia de Bellas Artes de Nápoles en 1882. Su habilidad fue pulida con la técnica de los profesores más distinguidos de la Academia en aquellos años, entre los que destacaron Pisanti Giuseppe, Vincenzo Marinelli y Giuseppe De Luca; su aprendizaje también se perfeccionó bajo la dirección de profesores como Felipe Polizzi y los comendadores Morelli e Ignacio Pelischa.

En la Real Academia fue alumno talentoso que obtuvo durante sus estudios varios premios: mención honorífica en Modelado (1885 y 1886), medalla de plata en ornato con figuras decorativas (1887), mención honorífica en Composición (1887), medalla de plata en Plástica Ornamental, aplicación de primera clase y pensión del gobierno de 1887 a 1888, primer premio pecuniario en Escultura de 1889 a 1890; y de 1890 a 1891, último año del curso, fue declarado maestro. En ese último año se celebró un concurso de escultura en Nápoles, donde salió triunfante “en toda la línea”.

Despues de trabajar exitosamente en diversos países, desde un tiempo atrás, Giacomino tenía el deseo de conocer México, y fue ese deseo el motivo que lo empujó a internarse al país a través de Yucatán. Su ingreso a México lo hizo por el puerto de Progreso en 1902, radicando temporalmente en la ciudad de Mérida, donde también dejó huella de su trabajo.

Ahí realizó los bustos-retrato del general Francisco Cantón Rosado (1899-1902) y Olegario Molina Solís (1843-1925); ambos fueron gobernadores de Yucatán; y Monseñor Norberto Domínguez, “los cuales adornan el Museo Yucateco”. Además, esculpió el busto del general Antonio Maceo y unos 20 bustos más, asombrando la rapidez de su ejecución.

En Mérida, Giacomino instaló un taller de escultura donde elaboraría un sinnúmero de piezas artísticas, entre ellas dos cenotafios de mármol ubicados al interior de la catedral de Mérida: el del obispo Leandro Rodríguez de la Gala y Enríquez (1868-1887) y el del obispo Crescencio Carrillo y Ancona (1887-1897).

Cuando el presidente Porfirio Díaz visitó Mérida en 1906, se levantaron fastuosos arcos, destacando el elaborado por la colonia cubana, arco diseñado y dirigido por Giacomino; con seguridad los residentes cubanos conocían de su estancia en Cuba y del trabajo que desarrolló en ese lugar, por lo que el encargo debió estar precedido de dicha fama.

Por la elaboración del arco obtuvo un primer premio. El Mundo Ilustrado del 11 de febrero de 1906, señalaba que la colonia cubana había levantado “un bello arco de columnas macizas; en el frente lucían escudos de Cuba y México enlazados”.

También tuvo el honor de ser elegido para esculpir una placa conmemorativa con motivo de la estadía del general Porfirio Díaz en Mérida. En el último día de su visita a Mérida, el 9 de febrero de 1906, el general Porfirio Díaz pasaba frente al Palacio; ahí se dejó escuchar el Himno Nacional y fue en ese instante en que Giacomino develó la placa conmemorativa colocada en la fachada principal del edificio de gobierno. Estaba elaborada en bronce, medía aproximadamente “un metro de largo por ochenta centímetros de ancho, apareció sujeta por cuatro clavos angulares”. La inscripción decía: “En memoria de la visita que hizo a esta ciudad el General Presidente don Porfirio Díaz, siendo gobernador de Yucatán el Licenciado don Olegario Molina. Febrero de 1906”. La placa fue retirada durante el gobierno del general Salvador Alvarado en 1915.

A iniciativa de Michele Giacomino se fundó en Mérida la Escuela de Bellas Artes, “siéndole encomendada la dirección de ella al señor Giacomino por el gobernador del Estado licenciado don Olegario Molina”. De esta Escuela de Bellas Artes, “multitud de artesanos se convirtieron en notables artistas, por lo que la labor del señor Giacomino como director de dicho plantel fue objeto de los más merecidos y calurosos elogios”.

Debido al empeño del señor Olegario Molina y de Justo Sierra, Giacomino se decidió por trasladarse a la ciudad de México, “donde fue designado para ocupar el puesto de Director de la clase de Escultura en la Academia de San Carlos; sin embargo, no pudo aceptar dicha distinción por tener compromisos ya contraídos”. Bajo la dirección del arquitecto Emilio del Campo, desarrolló la parte decorativa del teatro Colón, dejando en el mismo una estatua alegórica a la que llamó “Música y Poesía”; por otra parte, “sus proyectos para los Arcos Triunfales en el Gran Centenario fueron un éxito completo, pues el proyecto del Arco de la Paz fue declarado el único” de verdadero mérito artístico. Sin embargo, la construcción de este majestuoso arco no se realizó. El proyecto llevó por título “El Arco de la Paz”, signado por Michele Giacomino, en México, el 23 de mayo de 1909. Su frase principal iría abajo del águila que aparece como piedra clave del arco y dice: “Celebración del Centenario de la independencia nacional. 1810-1910”.

El profesionalismo con que realizaba sus trabajos fue conocido en Monterrey, y no tardaron en ofrecerle una invitación para ejecutar su arte en esta ciudad, por lo que se trasladó de San Antonio a Monterrey en 1909; en ese año, una de las primeras obras que llevó a cabo fue la decoración del teatro Independencia hasta su conclusión en 1910, en que fue inaugurado.

En los primeros años del siglo XX, la plaza Degollado presentaba una mala apariencia y tenía una antiquísima pila que ya no servía, por lo que se tomó la decisión —en febrero de 1911— de construir un Mercado de Flores y Objetos de Fantasía, “aunque para ello fuese necesario dejar adentro la fuente que allí existía, cuya idea fue bien acogida en vista de la gran cantidad de vendimieros estacionados en las calles, principalmente en la de Benito Juárez, que no se conseguía fuesen ocupar lugares en los mercados”.

La obra fue encomendada a Michele Giacomino, aunque ésta no se llevó a cabo porque la inspección ocular determinó que perjudicaría a los vecinos por la reducción de sus calles; en vista de la anulación del proyecto del Mercado de Flores y Objetos de Fantasía, el Ayuntamiento decidió renovarla; para ello contemplaron los servicios del escultor Giacomino, en cuyo contrato del 2 de agosto de 1911 se comprometía a colocar pavimento de cemento con subsuelo de concreto, una pila de cemento decorada con incrustaciones y adornos, con estatua de cemento, juego de aguas, ocho leones con sus pedestales y 12 bancas de fierro y madera. Finalmente, se comprometía a embellecer el jardín, arreglar sus prados, abonarlo y colocarle plantas. Hubo otro postor, la Compañía Industrial, que presupuestaba a menor costo, sin embargo, se aprobó la de Giacomino, acaso no tanto porque lo ameritaba, sino porque existía un compromiso moral al suspenderle el primer contrato del Mercado de las Flores.

El remozamiento se terminó en ese año, gastando Giacomino el total del dinero acordado sin ganancia alguna (5,192 pesos); ese resultado lo tenía previsto, “y sin embargo aceptó la empresa solamente por dar a conocer sus trabajos y por el bien y ornatos de la Ciudad”, por lo que se acordó un reconocimiento por parte del Ayuntamiento por el beneficio público y embellecimiento de la ciudad.

Como parte de la celebración del Centenario de la Independencia, el 15 de septiembre de 1910 se realizaron festejos en honor de fray Servando Teresa de Mier; sin embargo, la realización de una escultura no estaba todavía contemplada. Pocos meses después, la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de Nuevo León, a través de su secretario, el señor Rafael Nájera, y su presidente, el señor general José M. Mier, gobernador del estado, solicitó el 23 de enero de 1911 al ayuntamiento de Monterrey la erección de un monumento para honrar y perpetuar la memoria de fray Servando Teresa de Mier. Se consideró como ubicación la Calzada Unión, al oriente del Arco de la Independencia; estableciendo que dicha escultura debería estar sostenida por un monumento.

Así se realizó ante un gran número de personas, destacando entre ellas los miembros de la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de Nuevo León. En 1958 la escultura fue cambiada a las calles Padre Mier y Cuauhtémoc, donde le construyeron otro pedestal. Ahí permaneció hasta que en septiembre de 2009 se le reubica frente a la biblioteca Fray Servando Teresa de Mier, dentro de la macro plaza de Monterrey.

Al término de su trabajo, Giacomino recibió una propuesta del licenciado Fernando Ancira Sánchez para decorar el interior del Gran Hotel Monterrey (hoy hotel Ancira), propuesta que aceptó dedicándose a la decoración durante el resto de 1912 hasta el momento de su inauguración.

Otras obras notables fueron la decoración de la casa del señor Garza Guerra y el gran salón de la casa del señor Larralde, trabajos que a decir de Giacomino, dejaron satisfechos a los interesados.

En Monterrey le solicitaron un busto de Gabriele D’Annunzio que, a la postre, el nombre del gran poeta y soldado de Italia sería utilizado para nombrar su taller de arquitectura y escultura decorativa.
Por otra parte, la sociedad tipográfica Gutemberg organizó una celebración en su honor haciéndolo miembro honorario; a su vez, Giacomino les entregó un busto del célebre impresor.

En 27 de noviembre de 1911 varios médicos vecinos de Monterrey, organizados en una junta para erigir un monumento a la memoria del ilustre doctor José Eleuterio González, solicitaron al Ayuntamiento un subsidio para llevar a efecto su propósito; se acordó cooperar con una suma de 20% del total de la obra, esperando que lo demás se recabará por la junta.

El 10 de junio de 1912, el Ayuntamiento acordó erigir una estatua a la memoria del doctor José Eleuterio González en la plazuela frente al hospital civil. El contrato fue puesto a concurso, pidiéndose “diversos proyectos a arquitectos y contratistas”, discutiéndose ampliamente tanto en lo artístico como en lo económico; resultó aprobado el de Michele Giacomino, por encima de otros 15 escultores que llegaron de algunos estados de la República Mexicana y de Estados Unidos. Giacomino se encargó “de dirigir las obras respectivas sin remuneración especial por su trabajo, por haberlo así pactado en el contrato que celebró con la Junta encargada de la erección del monumento”.
Era un pedestal de mármol de cerca de tres metros de altura, donde estaba la escultura del doctor González sentado en un sillón; contiene distintas inscripciones y tres fechas: 1) 20 de febrero de 1913, correspondiente al centenario de su natalicio; 2) 1 de mayo de 1860, refiere la fundación del “Hospital González”, y 3) 1913, se refiere al año en que la terminó Giacomino, quien también llegó a hacer un busto del doctor Gonzalitos.

En 1920, frente a la plaza del Colegio Civil, sobre la esquina sureste de las calles de Washington y Juárez, se mudaron los talleres de la marmolería de “Giacomino y Cía.”, mudando también de nombre por el de “Gabriel D’Annunzio”. Así se anunciaba en el periódico El Porvenir, donde se ofrecía el labrado de monumentos, estatuas y ángeles de todas dimensiones, capillas, lápidas, escaleras, altares, cruces, bajorrelieves, bustos y monumentos patrios en mármol, granito y bronce; también prestaban sus servicios para la construcción de fachadas “según las construcciones modernas italianas” y retratos “esmalte porcelana inalterable hechos a la perfección en las más importantes casas de Italia”.

En 1921, el escultor Giacomino era el director propietario y Augusto Massa Rosollini jefe de talleres. El mármol que usaba era traído de la Casa Ganni & Cia., en Livorno, Italia. Muchas de las obras a partir de su sociedad con Massa están firmadas por ambos, aunque eso no obstó para que Giacomino continuara produciendo de manera personal. Así, un año después lo encontramos haciendo trabajo decorativo en la oficina de correos de la ciudad y participó con un proyecto para la erección del monumento al general Mariano Escobedo que no fructificó.

Cuando terminó y colocó en el cementerio de El Carmen la estatua en mármol del capitán Lorenzo Aguilar, muerto en defensa del partido maderista, su obra fue ampliamente elogiada y los encargos de bustos-retrato, monumentos funerarios y capillas comenzaron a serle solicitados. Uno de ellos fue el busto-retrato del señor Desiderio Lagrange (hoy desaparecido).

Efectivamente, los trabajos de Giacomino fueron muchos; algunos de ellos incluso fueron publicados en el periódico El Porvenir, como el relieve nombrado “El Dolor”, esculpido en 1921 y publicado en septiembre de ese año. Se trata de un ángel recargado sobre una lápida que cae bajo una palma; obra de su inspiración, fue decorado por Augusto Massa y adquirido por la familia Clariond. Al respecto, Giacomino apuntó: “Este trabajo ha llamado poderosamente la atención de cuantos han visitado estos talleres, por ser original y de buen gusto artístico siendo desde luego adquirido por la familia CLARIOND”.

Sin embargo, el monumento funerario que le mereció más atención por parte del periódico El Porvenir fue el monumento a las Artes Gráficas de 1922, dedicado al tipógrafo Eloy E. Estrada, muerto en abril de ese año. No es casual ese interés, pues era el patronato de “El Porvenir” y la “Unión de Artes Gráficas”, quienes costeaban la mayor parte del trabajo. El 2 de agosto anunciaban la próxima elaboración del monumento diseñado por Michele Giacomino, mismo que sería construido con mármol blanco de Carrara.

Cuatro meses más tarde, El Porvenir publicó de nueva cuenta el monumento funerario del tipógrafo Eloy Estrada, pero en esta ocasión ya no se trataba del proyecto en papel, sino de una fotografía del mencionado monumento ya terminado y ubicado en el panteón de El Carmen, donde la mano del también artista Augusto Massa estuvo definitivamente implicada.

De las cinco obras funerarias que Giacomino mencionó en 1923, sólo subsisten cuatro de ellas, la primera es la capilla de Francisco y Octavio Zambrano, y es sin duda una de las más impresionantes por su monumentalidad.

La mencionada capilla de la familia Zambrano no está fechada; escasas son las obras de Giacomino que lo están; a decir verdad son las menos; la mayoría de ellas se han tenido que fechar por aproximación a la fecha del difunto; en el caso particular de esta capilla ni siquiera se posee ese último dato; sin embargo, la mención de la capilla realizada por Giacomino en 1923 la sitúa anterior a ese año.

Erigida completamente en mármol, hizo sobresalir en su cúspide las esculturas de dos figuras femeninas infantiles posadas en un cúmulo de nubes, ambas acompañadas de un ángel que Giacomino resolvió mostrarlo flotando (así lo denotan sus pies en el aire) y no volando, pues sus alas no manifiestan movimiento.

El trabajo escultórico fue minucioso, especialmente en el detalle de las prendas y las flores, y sobre todo en la expresión de los rostros. Acaso las figuras femeninas sean la representación simbólica del alma de Francisco y Octaviano Zambrano.

La segunda obra citada por Giacomino fue la capilla y busto de Gerónimo Treviño (figura 15). Ambas se realizaron en mármol y la capilla, además de mostrar el nombre del autor, tiene grabado el año de su construcción: 1917. En lo que respecta al busto del general, éste fue robado el 3 de agosto de 2010.

La tercera obra citada por Michele Giacomino es la capilla de la familia Bortoni; en este particular caso, Giacomino desarrolló una planta octogonal; sigue manifiesto su excelente trabajo en mármol, donde cabe destacar la calidad de sus ángeles en relieve y el escultórico Sagrado Corazón de su remate. Dos elementos particularmente destacables se hacen presentes en esta capilla: el empleo del metal con sus barandales tubulares y la presencia de cuatro vitrales.

Si bien la capilla de la familia Bortoni no se encuentra fechada, la referencia periodística de El Porvenir nos remite a un momento anterior a 1923.

Un caso interesante es el de la tumba de Pablo González Garza, donde se encuentra la escultura de una bella mujer sosteniendo flores que desde 1927 realizaron Michele Giacomino y Augusto Massa. La ejecución de esta pieza es excelente, tanto en el acabado de los pliegues de su túnica, los detalles de las flores, así como en su actitud de movimiento corporal y su rostro desconsolado.

Es indudable la valiosa participación de Augusto Massa en ella, pues ambos lo firmaron:
“Giacomino, Massa y Cía”.

Tres años más tarde, el periódico El Porvenir anunciaba el proyecto de cripta para Pablo González Garza; aparece en el mencionado periódico una fotografía de la maqueta en yeso de la capilla de “estilo gótico con hermosas balaustradas de mármol, opulentas escalinatas también de mármol y esbeltas columnas rematadas por una majestuosa y gallarda cúpula” hermoso proyecto que no se realizó.

No muy lejos de esta escultura se encuentra uno de sus mejores trabajos, donde la mano del novel escultor Augusto Massa también intervino.

La escultura a la que hacemos referencia es la que labró para la familia de Luis Lauro González, de 1928, obra que merece toda nuestra atención. En mármol de una pieza, labró un ángel que pareciera sollozar recargado sobre una columna rota, mientras sostiene una guirnalda de flores; frente a él y a su alrededor, rosas esparcidas que incluso invaden el espacio en blanco de un pergamino donde no hay una sola letra tallada.

Cabe señalar que “Giacomino, Massa y Cía.” realizaron numerosas obras donde se conservaron los modelos y las posturas, pero siempre con variantes que les permitieron personalizarlas; hay un par de esculturas de pleurantes y otro de monumentos funerarios que permiten ejemplificar lo anterior. En el primer caso, la firma “Giacomino y Massa” esculpieron una pleurante para la familia de José María de la Garza de 1920; 16 años más tarde, ya con la firma “Giacomino y Massa y Cía Sucs. Juárez y Washington (1936)”, volvieron a repetir para la familia de Samuel Cantú la misma pleurante, con significativas diferencias.

Un caso donde es posible atribuirle otra obra a Michele Giacomino es el monumento de la familia Fernández Escamilla (figura 22), que no está firmado ni fechado, pero que mantiene casi los mismos elementos del monumento funerario de la familia Jesús M. Villarreal, de 1920.

El trabajo escultórico que realizaba Michele Giacomino en sus talleres variaba en calidad y costo, desde la solicitud de obras específicas hasta obras ya realizadas para ser compradas por el interesado; había para todos los gustos y todos los bolsillos. Sus trabajos los hacía en mármol, bronce, granito, cantera, concreto y piedra artificial. El 29 de junio de 1930 anunciaba en un desplegado la venta de sus obras; uno de ellos fue el que compró la familia de Fructuoso Guerra en 1935, donde se incluyó una escultura de Santa Teresita del Niño Jesús, monumento funerario cuya fotografía se sumaba a otras que aparecían en el anuncio.

En el panteón de Dolores de la ciudad de Monterrey todavía no se ha realizado un registro de la obra de Michele Giacomino; sin embargo, existe al menos una pequeña escultura de dicho artista que apareció en el anuncio ya citado; se trata de un angelito colocado en la tumba del niño Ramoncito del Río Toffe y que el anuncio señala de una altura de 65 cm; se podía comprar solo o con monumento, “como gusten”. El valor del angelito: 220 pesos sin pedestal.

Hasta el momento, en el panteón de El Carmen se han registrado 29 obras de Giacomino.

Si consideramos las que se han perdido (cuatro de ellas con registro documentado) y las que todavía deben existir sin registro, las expectativas de que ese número aumente considerablemente son amplias.

La mayor parte de su trabajo se concentró en la ciudad de Monterrey, aunque sus talleres igualmente mandaron obras a Tampico, Matamoros y Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas; Saltillo y Torreón, en Coahuila; la capital de Durango y Chihuahua, y otras poblaciones de importancia en Nuevo León.

En el panteón de Santiago, en Saltillo, Coahuila, hay tres obras que registran la presencia artística de Giacomino, aunque es muy probable que no sean las únicas. La primera está firmada y fechada: “M. Giacomino, Monterrey, N. L., 1915”; se trata de la tumba de la familia de E. P. Martínez, donde se encuentra un monumento funerario consistente en un pedestal que sostiene a un ángel con los brazos cruzados sobre el pecho. Este monumento funerario es el segundo más antiguo registrado de Giacomino para el noreste y el primero que está fechado.

La segunda obra registrada en el panteón de Santiago tiene la razón social de “Giacomino y Massa, Washington 20, Monterrey, N. L.” (letra manuscrita); en ella destaca el relieve del águila devorando a una serpiente (figura 29), mientras que la tercera obra, perteneciente a la familia Salas López, tiene una nueva denominación:

“Giacomino, Massa y Cía., Juárez y Washington, Monterrey, N. L.” (letra de molde); en esta sobresale un ángel con alas desplegadas que sostiene una cruz. También es digno de mencionar que encargó muchos retratos-esmalte en porcelana a “las más importantes casas de Italia”. De forma personal encargó los retratos en esmalte de Óscar Margarito González (1927), Rosaura Martínez (1931), Felicitos de la Garza (1931), Fructuoso Guerra (1935) y su esposa Tomasita C. de Guerra (1951), Esther Eva Sepúlveda (1938), mismos que se encuentran en el panteón de El Carmen, mientras que en el panteón Dolores sólo existe uno, el de la familia Garza Zambrano. Asociado con Augusto Massa encargó los de Rafael Nájera (1925), Pablo Valadés (1926), Magdalena M. de Morales (1926), familia Garza Moreno (s/a), familia Peña Badillo para el panteón de El Carmen.

En sus talleres de marmolería, Giacomino formó buenos escultores; uno de ellos fue Elías Buentello,
“artista regiomontano que a los quince años de edad ha empezado a pulir trozos de mármol transfigurándolos en caprichosos motivos ornamentales”; bajo la dirección de Giacomino, Buentello aprendió, a partir de 1926, “a plasmar, a transportar y a cincelar en mármol figuras decorativas de las más complicadas y exquisitas”. A finales del siguiente año le fue entregada una medalla de oro por sus maestros, siendo su padrino el periodista Eduardo Martínez Célis, en presencia de Italo Mega, vicecónsul de Italia.

El retrato escultórico fue especialidad de Michele Giacomino; el parecido físico de los personajes que imprimía en sus obras siempre fueron aplaudidos, y es necesario precisar que un buen número de bustos-retrato realizados por Giacomino no tuvieron por fin último el ser colocados en la tumba de la persona que representaban; así encontramos que el busto del señor Manuel Cantú Treviño fue obsequiado a la Cámara de Comercio.

Cabe resaltar que muchas de las obras ornamentales de los paseos públicos Giacomino las ejecutó no sólo por solicitud del Ayuntamiento de Monterrey, sino con absoluto desinterés a recibir pago alguno; incluso en más de una ocasión llegó a pagar de su dinero los gastos de las obras. Esto le valió un diploma por parte del Ayuntamiento el 20 de diciembre de 1928. 

En uno de sus diversos viajes a Italia recibió el título de Cav. Uff. (Cavaliere Ufficiale: Caballero Oficial) de la corona de Italia “por virtud de un Real Decreto que expidió reciente su majestad el rey Víctor Manuel III”; también fue nombrado Profesor de Escultura por la Real Academia de Bellas Artes de Italia y honrado con la medalla de oro por la Cruz Roja Italiana por los servicios prestados a dicha institución durante la gran guerra. El 13 de agosto de ese año tomaría un vapor para regresar a México; el 30 de ese mes arribó con su esposa a la estación Unión de la ciudad de Monterrey.

En agosto de 1930, a los 62 años de edad, Giacomino anunciaba su retiro laboral por motivos de salud; a partir de ese año realizó pocas obras; un año antes había anunciado la disolución de la sociedad “Giacomino, Massa y Cía.”, cuyo nombre conocido era el de “Gabriel D’Annunzio”.

En 1935 Giacomino anunció su retiro definitivo debido a su avanzada edad. Sólo tres años más viviría al lado de su esposa, ya que a las 11:15 horas del 19 de diciembre de 1938, a consecuencia de una bronconeumonía, moría en la casa número 133 Poniente de la calle de Matamoros el talentoso escultor italiano Michele Giacomino; contaba con 76 años de edad.

El funeral se realizó el día 20 a las 10:00 horas en el panteón de El Carmen. El 22 de ese mes, la marmolería D’Anunnzio enviaba sus condolencias. En dicha casa seguiría viviendo, por algunos años más, su viuda la señora Rosa Iglesias, quien moriría en 1947.

Fuente Bibliográfica:

Enrique Tovar Esquivel y Julia Santa Cruz Vargas. (2011). Un destacado escultor italiano en Monterrey (1902(?)-1938): Michele Giacomino Manchineli. Boletín de Monumentos Historicos. Tercera Época Núm. 21. Enero-Abril 2011.

https://revistas.inah.gob.mx/index.php/boletinmonumentos/article/view/2149

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