Esculturas en los Cementerios de México: La Piedad

La Piedad es una bella escultura mundialmente famosa y que su presencia en los cementerios mexicanos es notable, las hay en 3 ó 4 variedades, y en diversos tamaños, una de las más notables se encuentra en el cementerio de La Purísima, en la ciudad de Zacatecas. Por lo anterior, es obligación conocer un poco la historia de esta icónica figura para entender el por qué su presencia en cada uno de los cementerios de México.



"La Piedad” o “Piedad del Vaticano” es un conjunto escultórico del renacimiento italiano creada por el pintor y escultor florentino Miguel Ángel Buonarroti en el año 1499 cuando tenía 24 años de edad. El tema de la Piedad, tanto en pintura como en escultura, representa el dolor de la Virgen María al sostener en sus brazos el cadáver de su hijo Jesucristo cuando éste desciende de la cruz. "La Piedad" fue un encargo del Cardenal de Saint-Denis para ser colocada en la Basílica de San Pedro en Roma. El contrato, firmado en el año 1498, especificaba el material, el tema, el tamaño, los plazos y el precio del encargo. La obra se encuentra actualmente en la Capilla del Crucifijo, de la Basílica de San Pedro del Vaticano, Roma, Italia. La obra escultórica  mide 195 centímetros de ancho y 174 centímetros de alto. La obra a pesar de ser un bulto redondo, o sea, que permite un desplazamiento visual alrededor de la obra, fue diseñada especialmente para una contemplación frontal.

 La obra es un conjunto escultórico hecho de una sola pieza de mármol blanco extraído de las montañas de Carrara, famosa por la gran calidad de su mármol. El block de mármol en el que fue creada la escultura fue extraído de la antigua cantera conocida como "ladera del Polvaccio" o "cueva del Polvaccio", cuya particularidad radica en que su mármol posee una gran calidad para la talla. Tal y como era costumbre y gusto en el Renacimiento Italiano, Miguel Ángel Buonarroti talló la escultura de la Piedad en un sólo block de mármol. Para ello, el propio artista se presentó en las canteras de los Alpes Apuanos, situadas al norte de la ciudad de Carrara, en la Toscana, donde eligió minuciosamente el bloque de mármol blanco en el que tallaría posteriormente la Piedad.  Por supuesto, trasladar un bloque de esas dimensiones en aquella época entrañaba muchas dificultades. Por un lado había que cortar el mármol con una sierra de cable con medios humanos, y por otro, sacar el bloque de la montaña con la ayuda de unas cuñas de madera o piedra, dejándolo caer posteriormente sobre un pequeño terraplén para no dañarlo. Más tarde, con un sistema de poleas mediante cuerdas, varios hombres hacían descender el bloque por la ladera de la cantera. Este procedimiento demuestra que no sólo era un proceso largo y tedioso, sino también muy peligroso debido al gran peso del material; de hecho, el propio Miguel Ángel casi pierde la vida en una ocasión durante este proceso. El bloque de mármol fue trasladado a la costa de Carrara, donde fue enviado posteriormente en barco hasta Roma para comenzar su talla.

Jacopo Galli, representante de Miguel Ángel en dicho contrato, aseguró al cardenal benedictino que la obra estaría concluida en el plazo de un año, y que sería « la escultura más bella de toda Roma, ya que ninguno de los Maestros actuales serían capaces de superarla ».

La Piedad es la primera y única obra firmada por Miguel Ángel. Se dice que decidió grabar su nombre en la escultura la misma noche en que escuchó a alguien afirmar que dicha obra no era de su autoría.

La Piedad del Vaticano es la primera de las tres esculturas que con este tema esculpió Miguel Ángel a lo largo de su vida; las otras dos son la Piedad Palestrina y la Piedad Rondarini. Cuando la realizó apenas contaba con veintitrés años y, pese a su juventud, en ella demuestra el genio que lo acompañará toda su vida. Esta piedad es, al mismo tiempo que la obra de un enorme artista,  la culminación y el rompimiento de todo un siglo de hallazgos realizados a lo largo de  una época: el Renacimiento florentino. Está estructurada en una composición piramidal, o si se quiere triangular, donde confluyen diversas líneas de tensión y trazos reguladores en diagonal que están señalados por puntos clave como la mano izquierda de la virgen, los pies de Jesús, su mano derecha y su cabeza y el gran pliegue del manto a la izquierda de la composición. Todos estos trazos, que no son evidentes a la vista, están dispuestos de acuerdo a un arreglo revolucionario, no solo por las direcciones en diagonal, sino también porque penetran tridimensionalmente a las figuras y se reflejan en otros tantos detalles en la parte posterior de la escultura y en los laterales. Miguel Ángel rompió así la composición plana e ilusionista de la perspectiva cónica, que exigía circunscribir a los elementos de una pintura o escultura a un arreglo predominantemente bidimensional, generando la ilusión de la tercera dimensión a través de las fugas de la perspectiva. El establecer nuevos cánones en la composición de las formas, por supuesto era una transgresión a las normas que por ese entonces ya eran consideradas como legum para los artistas.

La virgen, que es muy joven, casi una niña por la delicadeza de sus facciones, está enormemente desproporcionada en lo que respecta al canon de su cuerpo y el manto. Jesús, que sí está esculpido de acuerdo a las proporciones heroicas de los modelos antiguos, parece mayor que ella.

Varias de las líneas de tensión confluyen por el frente en el entrecejo del rostro de la virgen, que contempla con contenida pena y misericordia a Jesús. Una niña sosteniendo a su hijo varón que está muerto, aunque parece dormido y ajeno al drama que se está desarrollando. Esta niña, por sus proporciones es una verdadera gigante y Miguel Ángel la esculpió así a propósito para representar, de forma inequívoca, el carácter doble de la mujer que es a la vez madre y contenedora del cuerpo al que dio a luz en su día. Esta desproporción es, una vez más, una transgresión de Miguel Ángel al modo de hacer de los artistas de su tiempo y con ello abrió toda una serie de nuevas posibilidades expresivas en las cuales la forma se debe someter al contenido, que es al fin y al cabo, el elemento esencial de toda gran obra de arte.

Uno de los debates interesantes que originó la Piedad del Vaticano después de inaugurarse la obra fue la eterna juventud que presentaba la Virgen. Cuando se le preguntó al maestro porqué había representado a la Virgen tan joven, éste contestó: « Las personas enamoradas de Dios no envejecen nunca. La Madre tenía que ser joven, más joven que el Hijo, para demostrarse eternamente Virgen; mientras que el Hijo, incorporado a nuestra naturaleza humana, debía aparecer como otro hombre cualquiera en sus despojos mortales. », Miguel Ángel Buonarroti

Miguel Ángel se mostró desde un principio bastante caprichoso y perfeccionista con el encargo, hasta tal punto, que presentó la obra a tan sólo dos días antes de cumplirse el plazo, por lo que, el cardenal de Saint Denis, promotor de la obra y que lamentablemente había fallecido unos días antes, no pudo ver finalmente concluida la obra. Debido al fallecimiento del cardenal, la Piedad se emplazó en un primer momento en el sepulcro del eclesiástico, ubicado en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano, tal y como había sido su deseo. Sin embargo, más tarde sería trasladada a la Capilla de San Pedro, posteriormente a la capilla della Febbre, (por este motivo también se la conoce como la Virgen della Febbre), y desde 1749 se exhibe en la capilla del Crucifijo, la 1ª capilla a la derecha de la Basílica San Pedro, donde puede admirarse hoy en todo su esplendor.

Otro de los debates que suscitó la bellísima obra creada por el gran Miguel Ángel para San Pedro fue su autoría, ya que, debido a su juventud, —contaba con tan sólo 24 años de edad—, resultaba prácticamente imposible que un artista tan joven pudiese haber tallado tal inmensa obra de arte de absoluta perfección, extrayéndola de un único bloque de mármol. De modo que otra de las curiosidades de la Piedad del Vaticano es que se trata de la única obra firmada por el artista. Tal y como describe Giorgio Vasari en la biografía de Michelangelo: «...un día, al entrar Miguel Ángel en la capilla donde está la Piedad, encontró allí a gran número de forasteros lombardos que alababan mucho la obra. Uno de ellos le preguntó a otro quién la había ejecutado y éste contestó: "Nuestro Gobbio, de Milán". Miguel Ángel nada dijo, pero le dolió que sus esfuerzos fuesen atribuidos a otro, de modo que una noche se encerró en la capilla con una luz y sus cinceles, y grabó su nombre en la obra ». Para que no hubiese ninguna duda de su autoría, Miguel Ángel talló en la cinta que sostiene el manto de la Virgen la inscripción, « MICHEL A(N) GELUS BONAROTUS FLORENT(INUS FACIEBAT. », cuya traducción: « Miguel Ángel Buonarroti, el florentino, la hizo. »

En 2003, después de entrar en una tienda de antigüedades de la zona norte de Italia, un coleccionista de arte italiano compró un modelo en terracota de pequeño tamaño, apenas 30 cm. de altura, que se hallaba en una cajita llena de moho y que representaba una Piedad, con la particularidad de que la pieza había sido policromada (pintada) hasta en nueve ocasiones. Dicho coleccionista encomendó una restauración a la Dra. Loredana Di Marzio, que necesitó tres años para eliminar las sucesivas capas de repintado. Al terminar, asombrados, después de realizar un análisis exhaustivo de la obra, -el modelo había sido creado al tamaño de una braccia (0,595 m.), medida antigua muy habitual en los modelos en terracota de Michelangelo-, los expertos descubrieron que se trataba nada menos que del modelo original creado en terracota por Miguel Ángel -a finales del cuatrocientos italiano- para la Piedad del Vaticano. Es sabido que Miguel Ángel era una persona agnóstica (que ni creía, ni dejaba de creer en Dios), y el modelo en terracota descubierto en 2003 presentaba tres figuras: la Virgen, Jesucristo y un cupido, este último descartado de la obra final en mármol.

El cupido, del que lamentablemente sólo se conservan el torso y uno de los brazos que sujeta la mano de Jesús, es de origen pagano. Este ángel portaba entre sus alas (hoy perdidas junto con la cabeza) un carcaj de flechas, lo que hace suponer que Miguel Ángel representó en un principio a dos esposos en la Piedad del Vaticano, de ahí la juventud que presenta la Virgen. Un cupido representa en la mitología romana al dios del deseo amoroso, no como un amor filial entre una madre y su hijo, sino como el amor carnal de dos personas que se quieren y han contraído matrimonio. Si Miguel Ángel hubiese presentado la Piedad con un cupido ante la Santa Sede del Vaticano, al ser de origen pagano, probablemente habría causado profundo malestar y gran polémica en el seno de la Iglesia. Por este motivo, previsiblemente Miguel Ángel decidió descartarlo en la escultura final. Existen muchos mensajes ocultos en las obras de Miguel Ángel, y sin duda la Piedad del Vaticano es una de ellas. « Ya a los 16 años, mi mente era un campo de batalla: mi amor por la belleza pagana, el desnudo masculino, en guerra con mi fe religiosa. Una polaridad de temas y formas, una espiritual y la otra terrenal. », Miguel Ángel Buonarroti.

El ángel pensado en un principio por Miguel Ángel para la Piedad del Vaticano hubiese completado el triángulo equilátero perfecto en el que quedarían inscritas las tres figuras. Para corroborar el gran descubrimiento del modelo en terracota de pequeñas dimensiones, es muy interesante señalar que en documentos del siglo XVI se halló un inventario de propiedades de una familia rica boloñesa -de apellido Casali- que poseía"un modelo de una Piedad hecha por Miguel Ángel de terracota" y que, en 1.581, tenía expuesto en su capilla familiar. Annibale Carracci, empleado por la familia, pintó ese modelo en 1.599 (unos cien años después de haberse creado el original). La pintura realizada por Carracci, máximo rival de Caravaggio en el Barroco italiano, refleja la misma forma y composición que el modelo en terracota creado por Miguel Ángel. Este pequeño modelo de apenas 30 cm. realizado en terracota fue creado por el artista para convencer definitivamente al cardenal de St. Denis de crear una escultura final en mármol a gran tamaño. Este procedimiento de los artistas era muy habitual en el Renacimiento, ya que de esta forma se aseguraban la comisión de los encargos.

El tridente a modo de pirámide imaginaria suele funcionar muy bien en diseño, tres elementos que se complementan y forman un todo; en pintura y fotografía se llama tríptico. Si contemplamos la Piedad del Vaticano de frente, en la que Miguel Ángel hizo especial énfasis, —para que la obra fuese observada principalmente desde ese punto de vista, lo que se conoce como punto de vista único miguelangelesco—, el grupo o conjunto escultórico presenta una composición piramidal, quedando las figuras inscritas en un triángulo equilátero. El gran realismo alcanzado por Miguel Ángel en la Piedad del Vaticano sólo fue posible gracias al estudio exhaustivo previo de la figura humana. Después de realizar un Crucifijo de madera para el altar mayor de la Iglesia de Santo Spirito de Florencia, agradó tanto al prior, que éste permitió a Miguel Ángel « el uso de locales en que, disecando cadáveres para estudiar la anatomía humana, empezó a dar perfección a su gran capacidad de dibujante ». Este tipo de prácticas estaban prohibidas y penadas con la hoguera en aquella época, y sin embargo artistas como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel sí consiguieron estudiar la anatomía humana de esta forma para perfeccionar su arte.

La bellísima Piedad creada por Miguel Ángel en su primera etapa clasicista quedó finalmente representada por la Virgen María, quien, con la cabeza ligeramente inclinada, sostiene en su regazo a su hijo Jesucristo muerto; a la vez, con su mano izquierda extendida, la Virgen ruega una oración por su alma.

A esa obra, nunca piense escultor o artista sobresaliente poder añadirle jamás mejor composición o mayor gracia, ni superarla en finura, pulido o delicada talla del mármol, porque en ella se resume todo el valor y toda la fuerza del arte. Entre las bellezas que allí se encuentran, aparte de los divinos drapeados, se destaca el Cristo muerto; en belleza de los miembros y arte en la representación del cuerpo, es un desnudo insuperable, bien estudiado en cuanto a músculos, venas, nervios y huesos y, además, no hay muerto que parezca más muerto que éste. La dulcísima expresión del rostro y la concordancia en las coyunturas de brazos, piernas y torso, el trabajo de las venas, todo causa maravilla, y se asombra uno de que la mano de un artista haya podido hacer en tan poco tiempo cosa tan admirable; porque ciertamente es un milagro que una piedra, en principio sin forma alguna, pueda ser llevada jamás a la perfección que la naturaleza, con esfuerzo, suele dar a la carne.

Esta Piedad le dio mucha fama y si bien algunos dicen que hizo demasiado joven a la Virgen ¿no advierten ni saben que las personas vírgenes inmaculadas mantienen y conservan largo tiempo la expresión de su rostro sin alteración alguna, mientras que con los afligidos, como Cristo, ocurre lo contrario? De modo que esa obra agregó bastante más gloria y fama a su talento que todas las anteriores.

Tres frases de "El Divino" Miguel Ángel en relación a la Piedad:

« La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina. »

« ¿Cómo puedo hacer una escultura? Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario. »

« En cada bloque de mármol veo una estatua tan clara como si se pusiera delante de mí, en forma y acabado de actitud y acción. Sólo tengo que labrar fuera de las paredes rugosas que aprisionan la aparición preciosa para revelar a los otros ojos como los veo con los míos. »


Miguel Ángel Buonarroti es considerado uno de los más grandes artistas de todos los tiempos, incluso algunos lo consideran el más grande. Miguel Ángel era ciertamente un artista de esos pocos que se saltan cualquier clasificación y que contó además con la veneración de sus coterráneos, pues lo llamaban “el divino”.

Considerado en el mejor sentido romántico un genio como escultor, como pintor y como arquitecto, destacado poeta y humanista, su arte va más allá de lo evidente y voy a explicar esto. Como todo artista del Renacimiento, Miguel Ángel era naturalista; esto quiere decir que partía de la realidad observable para crear una plástica representable. Pero esto no quiere decir que fuese un realista, es decir, que representase la realidad observable tal como es. Miguel Ángel, como los demás artistas de su época, no representaba la realidad tal cual es, sino tal cual él pensaba que debía ser; esto es entonces un arte que se podría llamar idealista, pues responde más bien a la idea que tiene el artista sobre lo que está representando, que a lo que es en realidad comprobable por los sentidos, sobre todo por la vista.

Esto hace que Miguel Ángel y los demás artistas del Renacimiento se asocien con el arte clásico, ya que sus postulados son básicamente los mismos. Las antiguas fórmulas de proporción y simetría, en íntima consonancia con los conceptos relativos al idealismo de Platón, que Miguel Ángel pudo estudiar a fondo cuando asistía de muy joven a la Academia Florentina, son la base conceptual de su obra, la cual se manifiesta en su plástica particular.  Pero existe algo en esta plástica que hace que Miguel Ángel sea un artista cuya obra se escapa a las meras fórmulas y principios rectores del clasicismo más puro y recalcitrante y es que, ante todo, él era lo que podríamos llamar un transgresor. Transgresor porque rompió con las fórmulas y las recetas establecidas, rompió con el academicismo que siempre ha castrado la iniciativa y la evolución en las artes. Demostró que no se es el mejor artista porque se sigan al pie de la letra los postulados que otros han establecido como norma y regla. Creó sus propios métodos, inventó nuevos lenguajes y experiencias, dejó atrás lo cómodo y conocido y asumió su responsabilidad como artista y hombre que piensa por sí mismo y no se oculta detrás de las “verdades” que otros han postulado. Rompía la simetría, ignoraba los cánones, distorsionaba las formas, inventaba escorzos; en fin, creaba, no imitaba. Esa es una de las grandes diferencias entre los que verdaderamente crean y los mediocres.

Este gigante de las artes y de toda la humanidad nació en Caprese, una villa de Toscana de la que su padre era alcalde interino en el año que nació: 1475. Cuando acabó el cargo de su padre, la familia se trasladó a Florencia, en donde el pequeño Miguel Ángel recibió una esmerada educación. Perdió a su madre a los cinco años y tenía problemas con su padre, que no veía con buenos ojos las inclinaciones de su hijo hacia el arte, tarea que no le parecía apropiada a su estirpe. Como sea, el joven Miguel Ángel lo convenció para dejarlo seguir con su inclinación y a los doce años entró al taller del reconocido artista florentino Ghirlandaio, donde permaneció como aprendiz durante un año. Su sueño era ser escultor y empezó a frecuentar los jardines de la villa Médicis, en donde se encontraba una buena colección de esculturas antiguas. Empezó a esculpir por su cuenta y su talento llegó a oídos de Lorenzo Médicis, que al contemplar sus primeras obras se hizo su admirador. Lorenzo llevó al joven Miguel Ángel a la Academia Florentina, que funcionaba bajo su mecenazgo y allí se relacionó con un selecto grupo de humanistas como Marsilio Ficino y Pico della Mirandola. Allí también entró en contacto con el pensamiento platónico, aspecto que sería de vital importancia a lo largo de su vida. Su formación entonces fue a la vez como artista y también como humanista.

Tras la muerte de Lorenzo de Médicis y ante las sombrías perspectivas que se avizoraban sobre Florencia con las prédicas del monje Savonarola, Miguel Ángel se fue de la ciudad y llegó a Bolonia, donde esculpió varias obras y en 1496 se fue a Roma, donde alcanzó la fama. Fue en estos años y después, tras el advenimiento como papa de Giuliano della Rovere, quien tomó el nombre de Julio II, cuando Miguel Ángel alcanza sus primeras altas cimas como artista. Es entonces cuando realiza La Piedad del Vaticano, inicia las esculturas del mausoleo de Julio II y pinta la Capilla Sixtina, una gigantesca empresa que lo consagra definitivamente como genio del arte. Aunque todavía desconocido para muchos, desde muy temprana edad Miguel Ángel Buonarroti ya destacaba enormemente por encima del resto de artistas, por lo que, durante su primera estancia en Roma, su grandioso arte llamó poderosamente la atención del cardenal de la Basílica de Saint-Denis, Jean Bilhères de Lagraulas, —embajador de Francia en la Santa Sede del Vaticano—, quien para dejar un digno recuerdo de sí en esta famosa ciudad, encargó a Miguel Ángel una Piedad de bulto redondo, que, al concluirse, sería ubicada en San Pedro. No obstante, el encargo se llevó a cabo bajo algunas condiciones, ya que, tal y como figura en el contrato firmado en Roma, el 27 de Agosto de 1498, se trataría de « una Piedad de mármol, hecha con una Virgen María vestida sosteniendo en sus brazos a su hijo Jesucristo muerto, a escala natural ». El artista florentino conseguía así su primer encargo importante, por el que iba a cobrar 450 ducados de oro en moneda pontificia, y que debía realizar en el plazo de un año. La vida de Miguel Ángel osciló siempre entre Roma y Florencia, realizando importantes obras en ambas ciudades, tanto en escultura, como en pintura y unos años después, también en la Arquitectura. El genio universal de Miguel Ángel quedó patente en todas las empresas que acometió, por muy grandes y dificultosas que fueran. Era un gigante que hacía los trabajos que solo un gigante puede realizar. Ni Rafael y ni siquiera Leonardo eclipsaron su talento.

Pero su talante era difícil y tenía un humor de perros. Era un atormentado que prefería pasarse semanas y hasta meses en las montañas, buscando en las canteras los mejores mármoles para extraer de ellos las figuras, retirando todo aquello que sobraba, como solía decir. Su tormento interno hizo que cayera en severas crisis depresivas a lo largo de los años y que se enemistara con mucha gente. Pero todo le era perdonado porque era el más grande de los artistas, venerado y hasta endiosado. Las crisis internas de Miguel Ángel lo llevaron en su vejez a abandonar las ideas humanistas que siempre había enaltecido y se volvió un devoto atormentado. Murió en 1564 a los 88 años, una edad notablemente larga para esos tiempos. Fue enterrado con gloria y honores de príncipe en Florencia, en la sacristía de la iglesia de la Santa Croce.

Fuentes Bibliográficas:


















































2 comentarios:

  1. Hubiera tenido cada fotografía, el lugar donde está ubicada dichas esculturas

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  2. k ondas vro, muy buen trabajo. Esitos. me aiudaste con mi tarea. perdon la falta de ortografoa fue a proposito. Xd
    :v.

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